Llevábamos un paso normal (nada del otro mundo), pero por las ansias que tenía me adelanté unos metros. Jacob se percató, me alcanzó y me tomó de la mano.
—Parece que llevas prisa —comentó al aire.
—No, de ninguna manera. ¿Qué te hace pensar eso? —apresuré mi respuesta con una pregunta tonta.
—Olvídalo. No tiene importancia.
—Como quieras —dije sin mirarlo a los ojos.
—¿Te encuentras bien? —se detuvo y me miró preocupado.
Me acerqué a él y le besé la mejilla.
—Yo me encuentro perfectamente, ¿y tú? —dije mientras mordía la piel de su cuello.
Suspiró cansado.
—¿Ocurre algo? —fue mi turno de preguntar.
—Hum... —dudó un minuto—, no, nada. Vámonos.
Tomó mi mano y la apretó fuertemente. Reanudamos nuestro paso, rumbo a la casa. Podía escuchar su respiración… algo acelerada, pero parecía normal. Además, sabía lo que le ocurría. Estaba preocupado por las extrañas preguntas que le había hecho hacía algunos minutos.
En verdad esto me desquiciaba.
…
“¿Lo hago ahora?” me preguntaba cada tanto, una y otra vez, desde que salimos. Pero ¿cómo? Deseaba desesperadamente que la terca y fastidiosa voz de aquel vampiro que aparecía cuando se le daba la gana estuviera presente en esos momentos.
Mente y ojos de vampiro, eso es lo que me había dicho.
¿Cómo diablos abro la mente? ¿Cómo despierto mis adormilados ojos? Y una vez que lo logre… ¿Seré capaz de controlarlo? ¿Qué es lo que veré?
Miles de preguntas sin respuesta venían a mi mente. Entraban como cuando arrojas un objeto al agua y éste deja un halo a su alrededor. Lo mismo me ocurría. Una pregunta generaba miles de halos que se ramificaban en cientos de dudas; dudas que a su vez se mimetizaban con el miedo, y este miedo en deseo.
Tratando de encontrar las puertas que abrieran mi poder, me olvidé por completo del lugar en donde me encontraba. De no ser porque Jacob era mi guía, me hubiera desviado del camino.
“Rayos, espero que no ande rondando por aquí. No quiero ser grosero con ella, pero si saca de control a Nessie… sabrá quien soy yo”.
—¿Quién ronda por aquí? —pregunté al escuchar que Jacob hablaba.
—¿Qué?
—Acabas de decir que no quieres que “alguien” ronde por… no sé qué lugar —me encogí de hombros.
—¿Qué? —preguntó dubitativo.
—Ahh…ni creas que lo voy a repetir.
—No, no es eso. Es que… ¿hablé en voz alta? Creí que, bueno, eso era lo que estaba pensando en este momento, pero…
—Pues yo lo escuche bien cl…
Espera un minuto… ¿Qué significa eso de que él lo pensó? ¿Escuché sus pensamientos? Yo… ¿Lo hice? Pero ¿cómo es posible? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cómo? En verdad, esto es…
—Amor. Lo lamento. No era mi intención pensar en voz alta.
—Descuida —me encantaba el poder escuchar los pensamientos de Jacob, aunque había algo que no me gustaba—. Pero ¿quién anda rondando y por dónde?
Torció la boca.
—Denisse —dijo entre dientes.
Genial. La loba ladrona no se daba por vencida tan fácilmente.
—¿Qué? ¿Por qué? —quise saber.
—Tú sabes bien por qué —puso los ojos en blanco—. Ella… acepta que yo esté completamente loco de amor por ti, pero le es fiel a sus sentimientos… y tú sabes lo que yo significo para ella. Aunque sabe qué es la imprimación… aún tiene esperanza. ¡Diablos! ¿En verdad tengo que decirlo?
—¡¿Qué?! ¿Te sigue acechando la muy buscona? Pero ésa no entiende con nada. Será mejor que no ande por aquí —apreté la mano de Jacob—, o de lo contrario le haré ver su suerte a la sinvergüenza ésa.
¡Arg! El sólo pensar en ella me revolvía el estomago y desataba mis ganas de desangrarla viva.
—¿Qué le harás ver? —preguntó confundido.
Puse los ojos en blanco.
—Que eres mío —dije decidida—. Si no entiende con palabras… unas buenas mordidas no le caerían mal.
—Amor, ella, al igual que todo el mundo, sabe que soy completamente tuyo —contestó calmado y lleno de alegría al escucharme decir aquellas palabras— y que tú eres parte de mí para toda la vida. Eres mía, te guste o no, Nessie —se acercó y besó mis labios.
Sí, bueno; eso era verdad, así que no debía preocuparme por lo que tratara de hacer esa loba idiota. Por mucho que buscara un poco de amor de parte de mi Jacob, él se lo negaría rotundamente por que me amaba como loco, lo sabía bien. Qué importaba que ésa fuera parte de la manada, ellos sólo se…
—Espera un minuto —me detuve—. Ella es parte de tu manada, ¿cierto? Obvio, claro que lo es… Que estúpida fui al no pensar en esto antes… ¿La has visto desnuda? Dios, Jacob Black. ¡¿La has visto desnuda?!
—¡No! —gritó—. No, bueno, sí… pero no de ese modo —se apresuró a decir—. ¡Rayos! ¡No, Nessie!
—¿Cómo que no de ese modo? ¿Cuál modo? Tarado, desnuda es igual a desnuda aquí y en todo el mundo.
—Sí, lo sé. Pero no… Por favor, no seas paranoica. Además, no me interesa.
—Sí, claro… ¿Ya la viste? Por que yo sí, y su cuerpo no es nada feo. Anda, dime, ¿te gusta verla?
Jacob suspiró.
“Diablos, ¿por qué te alteras con algo sin importancia? No, la he visto con mis ojos y me enferma cada vez que los demás recuerdan su transformación. Al parecer ellos lo encuentran seductor y hermoso, pero para mi resulta algo grotesco. He visto esos pensamientos un par de veces y no es nada del otro mundo: es un cuerpo común y corriente; lo encuentro un tanto feo, su piel es rara y algo paliducha. Me pregunto cómo sería tu piel, Nessie, debajo de esa ropa. ¿Color durazno como tus mejillas? Si supieras las veces que he soñado contigo desnuda. No tienes idea qué es lo que…”
—Jacob —lo llamé.
—Dime, amor —parecía algo distraído y avergonzado.
—¿En qué pensabas? —pregunté.
—Eh… —desvió la mirada—, en nada, en ti… ¿En qué más puedo pensar? ¿Sigues molesta?
—No —rodeé su cuello con mis brazos—. Estoy feliz.
—¿Feliz… —preguntó confundido— porque he visto a Denisse desnuda?
—No, tonto. Eso ya no me importa —besé sus labios—. Sólo no estés cerca de ella.
—¿Sabías que tu madre era medio bipolar? Espero y no lo heredes —dijo entre risas.
—Sí, bueno, demasiado tarde —susurré.
Después de un corto paseo, por fin llegamos a la casa principal.
Era tiempo de poner, una vez más, a prueba mi “poder”. Tenía algunas dudas, no sabía si funcionaria, pues con Jake había sido algo extraño: no lo busqué, él llegó.
—Hey, Alice —saludó Jacob cuando entramos en la sala.
Toda mi familia se encontraba en la sala realizando diferentes actividades: tío Emmett estaba en una disputa de póker con tío Jasper; papá se entretenía mirándolos o, más bien, escuchando sus graciosos pensamientos; y los abuelos contemplaban unas fotos, réplicas de cuadros originales que pensaban adquirir. Mientras tanto, descubrí por qué tía Alice no dejaba regresar a mi mamá.
—Lindo, ¿cierto? —dijo mi tía muy animada, con su voz cantarina de siempre.
Arrugué la frente, levanté la ceja y torcí la boca.
—Define “lindo”, tía —dije contemplando el vestido de seda en color vino con acabado de pedrería que sostenía en sus manos.
—De tal madre, tal hija —dio un corto suspiro y puso los ojos en blanco—: no tiene sentido por la moda o el buen gusto. ¿Qué haré con ustedes?
Mamá suspiró, a su vez, en todo reprobatorio, pero dejó que mi tía continuara mostrándole su desfile de prendas.
—¿Tienes hambre, pequeña? —preguntó tiernamente tía Rose.
—No. La verdad, ac….
—¿Pequeña? ¿De qué hablas, Rose? ¿No te das cuenta de que mi querida sobrina y su…? ¡Ahh! —gritó tío Emmett—. Lo lamento. Era broma.
—Cuida tus estúpidas bromas, Emmett. Es mi hija.
Al parecer, papá había golpeado la cabeza de mi tío con un caballito de madera que se encontraba en la vitrina; y aunque se veía pesado y duro terminó hecho astillas.
—Rosalie, ven, ayúdame a decidir cuál es el más apropiado para Bella.
Rose bufó y fue hacia su hermana.
Todos, de un modo u otro, tenían cosas que hacer. Jacob y yo nos sentamos en el piso, justo en frente de donde mis tíos disputaban su juego.
—Tía Rose, ¿en tu MP3 tendrás las canciones de aquel saxofonista…? ¿Cuál era su nombre?
—Campbell, cariño. Johnson Campbell —respondió.
—Sí, ese. ¿Lo tienes?
—Claro, pero no lo tengo en este momento conmigo, se encuentra en mi habitación.
—¿Crees poder prestármelo un momento? —pregunté.
—Por supuesto, nena. Es más, quédate con él —sonrió.
—Gracias, tía —le devolví la sonrisa y me levanté—. Jake, estaré en la habitación de mi tía. ¿Estarás bien si te dejo un momento, o quieres que me quede?
Tío Emmett soltó una carcajada y tío Jasper comenzó a reír en silencio.
—Creo que Jacob estará bien. Somos su familia —dijo tiernamente mi abuelo.
Sonreí al escuchar aquellas palabras.
—Tienes razón, abuelito —me incliné y besé los labios de mi novio—. Ahora vuelvo, amor.
Escuché tres gruñidos cuando separé mis labios de los de Jake: eran mis padres y mi tía Rosalie.
—Ya te extraño —dijo sonriente.
Di media vuelta y subí muy lentamente las escaleras.
Johnson Campbell. Claro, ¿cómo se me pudo haber olvidado su nombre? Él tocaba una música muy bella y recuerdo que mi Rose la escuchaba cuando dormíamos juntas.
Me detuve en el último escalón y decidí hacerlo.
Respiré profundo, parpadeé un par de veces muy lento, agudicé mi oído… pero no escuché nada. ¡Diablos!
Lo intenté nuevamente, pero ahora realizando ciertas modificaciones a la técnica anterior. No me importaba escuchar con mi oído, así que cerré los ojos y traté de escuchar con la cabeza. Sentí cómo unos aguijones atravesaban mi cráneo. Y ahí estaban: ocho voces que taladraban mis sentidos. Podía oírlo y verlo todo. Al principio me desconcertó tanto que me sentí mareada; todos hablaban o pensaban al mismo tiempo y las imágenes iban y venían tan rápido que perdí el equilibrio.
Llegué, con dificultades de orientación, a la habitación de mi tía y me recosté en la enorme cama. Forcé mi cerebro, una vez más, para que me permitiera identificar lo que cada uno pensaba. Debo decir que mi cerebro resultó parecido a un ordenador, pues ubicaba a mi familia en secciones fáciles de entender. En la parte superior derecha se encontraban los pensamientos de tía Alice, debajo de ese recuadro se encontraba mi abuela Esme, y en la parte inferior mi abuelo Carlisle, mientras que la parte izquierda superior era regida por tío Jasper, seguido de tío Emm y finalizando con Rose. El espacio medial le correspondía a papá, mamá y a Jake. Era como un televisor con mini ventanas. Estaba perfectamente sincronizada con ellos y me resultaba realmente sencillo ver y escuchar aquellas cosas.
“Pobre Bella. Lidiar con Alice es cansado”, pensó papá.
“No dejaré que me ganes… Oh, no, ya verás”, pensó tío Emm.
“Si tan solo tomaras en cuenta mis consejos y te vistieras como te lo indico, serías más hermosa de lo que eres. Pero no, te empeñas en seguir siendo Isabella Swan”, confesaba tía Alice.
Lo escuchaba y veía todo. Era realmente divertido observar como los demás tenían diferentes perspectivas. En uno de tantos pensamientos, una ventana y el bosque cruzaron mi mente. A lo lejos se encontraban tres lobos que identifiqué sin dificultad alguna: Seth, Leah y… ésa. Rápidamente, el panorama cambió y sólo vi unas escaleras de madera que se desvanecieron dando lugar a dos rostros hermosos. Claramente, era un pensamiento de mamá.
Mi poder resultó ser, en cierto punto, similar al de mi padre, a diferencia de que él no obtenía imágenes de los recuerdos o pensamientos de las personas, sólo las escuchaba.
Los primeros minutos fueron divertidos y graciosos pero, con el paso de los años… ¿lo será? Papá nunca se había quejado (o, al menos, no en frente de mí) sobre su poder; sin embargo, podía asegurar que habían momentos en los que deseaba no contar con ese “don”. Bueno, yo poseía esa opción. Yo podía decidir cuándo hacerlo y cuándo pararlo… y ésta era la primera ocasión en que me permití adentrarme más en los pensamientos ajenos.
Siendo sincera, me resultaba un tanto incómodo y vergonzoso conocer las intimidades de mi familia… pero no me importó. Recorté aquellos pasajes que todos me mostraban y sólo me concentré en buscar lo que quería: recuerdos de mi madre y Jacob, aunque todo resulto ser un fiasco, una pérdida de tiempo y vano mi esfuerzo. No encontré nada al respecto, hasta que tío Emm mencionó algo.
—Déjala en paz. Sólo fue un momento a recostarse —dijo mi tío, tirando una carta y esbozando una sonrisa—. Debo decir que Rose tiene razón sobre lo del perro guardián.
Se escucharon risas y pude ver que mi familia se divertía con los comentarios de mi tío.
—¿Perro guardián? ¿No se te ocurre algo mejor? —preguntó Jacob entre risas, volteando a ver a mi tía.
—Pues eso es lo que eres. Y de muy baja estirpe, perro pulgoso —mi tía lo miró y, al parecer, Jacob no entendió nada—. ¿Qué? ¿No sabes qué es un perro guardián, retrasado? Me refiero a que primero defendías a diestra y siniestra a Bella y ahora haces lo mismo… con Nessie. La verdad que sí está en tu naturaleza ser un perro, te comportas como tal.
—Eso no es verdad, Rose —corrigió mamá.
—¿Ah, no? ¿Tú que dices, Edward? ¿Tengo razón o no?
Papá sonrió levemente y todos guardaron silencio, cosa que me desagradó un poco; pero tía Alice rompió ese silencio dando vueltecillas a los vestidos y canturreando qué color sería la combinación perfecta para mi piel.
Demasiadas escenas vinieron a mi mente. Todas eran similares. Los rostros de mi familia pasaban volando una y otra vez. Cientos de recuerdos empapaban mis sentidos: percibía la alegría, la sorpresa, la soledad, el ansia, el deseo, el rencor, el odio,… el amor. Pero de los ocho recuerdos perfectamente nítidos, sólo uno tuvo lo que tanto busqué.
Era una mente llena de momentos felices, tristes, antiguos y nuevos. Ahí se encontraba una cicatriz de color dorado que separaba un espacio de otro: La vida previa y la vida actual.
La imagen de un chico de piel caoba, cabello largo y sonrisa de ángel se apoderó de mi mente. Era claro que se trataba de mi Jacob. Sonreía al pie de un tronco seco, cerca al mar.
Seguí con la carpeta de recuerdos de nombre Jacob Black. Ahora lucía mucho más apuesto que antes; había cambiado demasiado. Sus músculos eran más grandes y perfectamente formados, tenía un cuerpo de hombre mucho mayor para su edad y, a diferencia del recuerdo anterior, en éste llevaba el cabello corto. Paisajes iban y venían, pero la playa de La Push era el escenario principal de los recuerdos. Una motocicleta, una acantilado y un lobo. Jacob mantenía un lazo muy fuerte con su amiga, quien se encontraba desecha por la perdida de su amado.
La imagen se desvaneció y surgió otra nueva, un Jacob extremadamente apuesto y maduro, sus facciones habían cambiado. Era todo un hombre, pero aun así no había perdido su sonrisa angelical.
De nuevo estaba ella. Siempre estaban juntos, aun cuando regresó el ser amado de su amiga.
Eran recuerdos de mi madre.
En cada uno de ellos se podía encontrar cierto magnetismo entre ambos. La verdad, me tranquilizó que su relación hubiera sido tan buena en esos tiempos, pues recuerdaba que mamá había estado en peligro de muerte, e incluso así conservaba imágenes hermosas como la amistad con Jacob.
Mi poder funcionaba a la perfección, lo tenía bien claro. Sabía cómo activarlo y cómo terminar con él, y eso fue lo que decidí.
El ruido de abajo me invitaba a unirme y, sinceramente, no había encontrado nada tan interesante como para continuar hurgando en los recuerdos de mamá y de mi familia. Todo lo que mi estúpida mente formuló fue una pérdida de tiempo.
Me puse de pie, tomé el reproductor de música que mi tía me había regalado y comencé a cerrar las ventanas que contenían la vida de mi familia. La ventana de mamá fue la ultima en cerrarse, pero aparecieron esas escenas, esas imágenes horribles que nunca creí ver.
Tanto dolor…
Volví a tomar asiento, me cubrí el rostro con ambas manos y respiré profundo.
¿Cómo pudieron? ¿Por cuánto tiempo más debía continuar cegada? ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Acaso creyeron que era una inmadura? ¿No les había demostrado desde un principio cual era mi postura sobre lo que ocurría?
—Diablos. No me dejan otra salida —susurré.
Bajé las escaleras a paso lento, normal. Me dirigí rumbo a la puerta para salir de aquella casa de mentiras.
—¿A dónde vas, princesa? —dijo sobresaltado tío Jasper.
—¿Aún la amas? —pregunté—. ¿Por qué no me lo dijeron?
—Nessie, hija, ¿qué es lo…?
—¡Cállate! —grité—. ¡Dios! Debo salir de aquí antes de que pierda el control.
—Nessie, no le hables así a tu madre —reprendió Jacob.
—Perdón se me olvidaba que nadie puede hablar mal de ella mientras te encuentres presente.
—¿De qué hablas, nena? —preguntó Jasper con miedo.
—¿De qué hablo? —Comencé a reír—. No quiero que se me acerquen. Me voy. No quiero estar cerca de… ustedes.
Cerré la puerta y alguien salió gritando.
—¡Renesmee!